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Liliana Herrero: “La cultura es un combate eterno contra la lógica del mercado”

En “Maldigo”, su reciente disco, la cantante entrerriana cuestiona lo establecido, se pregunta cómo y desde dónde cantar y, a partir de allí, manifiesta lo que piensa, lo que cree y lo que siente, apostando a los estados emocionales que la atraviesan. Dialogó con Hoy la Universidad sobre su última producción, sus conceptos de arte y cultura y su experiencia como docente universitaria. [22.10.2013]

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Desde que inició su camino musical con Fito Páez (su padrino artístico), Liliana Herrero propuso una forma de interpretación más ligada a la recomposición que a la mera copia fiel de una obra popular en su versión original y logró instalar un debate, interrogar e intervenir cada una de las canciones que abordó hasta hacerlas propias.

Cantó con Hermeto Pascoal, Juan Falú, Hugo Fattoruso y Raúl Barboza y hasta Mercedes Sosa confesó alguna vez que la sentía su sucesora. Oriunda de Villaguay (Entre Ríos), Herrero es una de las grandes intérpretes populares de Argentina.

Intensa y reflexiva, así se muestra a la hora de responder. Mide cada una de las palabras que dice, se detiene, repasa, llena cada frase de identidad. La cantante entrerriana pasó por Córdoba para presentar el nuevo disco en la Sala de las Américas de la Universidad Nacional de Córdoba y dialogó con el periódico digital Hoy la Universidad.

“Tal vez Maldigo no sea sólo un grito de disconformidad. Al principio me gustó pensarlo como algo que todos hacemos (maldecir), pero luego comprendí que el disco es un retiro de mi canto de los cánones establecidos, de la norma instituida, de la domesticación de la música. Prefiero salir de ese lugar y pensar más en las formas desmesuradas, libres y retiradas de las clásicas estructuras”. Así reflexiona Liliana Herrero sobre su reciente producción artística.

“Cuando hablo de Maldigo, me refiero a un estado casi salvaje, sin cánones, con furia, gozo y libertad, es todo eso junto, como la vida de las personas. Además, estoy hablando de mí, de mi historia, de mi vida, de la vida de los pueblos; estoy pensando en un horizonte que tiene que ver con la patria, con la Argentina, con Latinoamérica”, explica.

Fiel a su estilo apasionado por la lengua y sus recursos, Herrero se refiere a Maldigo como un intento de forzar límites y convenciones. “Y me gustó cantar caminando por la cornisa. Eso fue lo que quise hacer, aunque ni siquiera me lo planteé, entré al estudio y salió así”, recuerda.

Consultada sobre el riesgo que acepta correr en cada una de sus interpretaciones, aclara que hay siempre una intención, una postura asumida y recuerda que en cada canción llega a estados emocionales muy fuertes de alegría, pero también de dolor. “En `Milonga para la muerte,´ de Juan Falú, incluso lloré y a la hora de editar el disco no lo saqué, podría haberlo editado pero aspiré un aire quebrado, percibí que había como una especie de salvajismo, una plegaria, un ruego también. Un suave salvajismo del alma”, completa.


Búsqueda y diálogo

Parece haber un mandato en la forma de pensar y de vivir de Liliana Herrero: la búsqueda constante, incansable, la inquietud y la lucha por saberse libre.

“Soy muy inquieta en todos los aspectos de mi vida. Acá estoy, aquí me entrego, estallada, frágil, fuerte, valiente, lacerada por la memoria, por las pérdidas, por los afectos y feliz. Eso es lo que soy, básicamente feliz”, se define.

Y en esta misma dirección opina que el arte es una búsqueda constante, desesperada por la libertad, la reflexión, el amor y la entrega. “El arte y el error son eso: un constante volver a empezar y los errores son ejemplares en el arte, nos dan la posibilidad de repensar y de inventar aquí mismo, en el acto mismo de estar haciendo música”, comparte.

A la hora de profundizar sobre su relación con el arte y la música, explica que para ella el compromiso social y político es inherente al hecho artístico en sí. “Quizás le estoy dando demasiada entidad al arte, pero pienso que ahí es donde se cocinan los grandes temas de la vida. Entonces, hay que tomárselo en serio, si no nos interesa esta propuesta hagamos otra cosa, somos libres de decidir”, sentencia.

Y continúa su reflexión: “Prefiero pensar que hay una canción final que quiere que pensemos nuestro país, hacia dónde vamos, quiero indagar mi país y Latinoamérica, quiero buscar esa libertad –que nunca es total– para pensar la música. En este pensar la patria es absolutamente necesario el diálogo con el pasado, no hay pasado si no está interrogado por el presente y el presente no es nada si no interroga el pasado”.

Horizonte estratégico

“La cultura es la gran batalla, la larguísima y eterna batalla, es un horizonte estratégico para todos los países. Pero es a muy largo plazo y tenemos que pensarla en términos profunda e intensamente revolucionarios”, sostiene la artista.

Así entiende la cultura. Se refiere a ella como un posicionamiento respecto de la memoria, del pasado, del diálogo posible con las grandes tradiciones. Para Herrero apostar a la cultura es adentrarse en la posibilidad de ganarle a la lógica del mercado. “La cultura es una batalla a largo plazo, un combate eterno contra la lógica del mercado y de los medios que nos conducen a una profunda y absoluta domesticación del oído. Eso es lo que yo maldigo”.

Consultada sobre el espacio que encuentra la cultura en la Argentina, la cantante explica: “Algunas veces los artistas concedemos demasiado a los mercados y en otras ocasiones me parece que hay proyectos y propuestas que intentan generar nuevas ideas. Por suerte en los últimos años hay apoyo del estado para que estos proyectos vean la luz”.

Pasado universitario

Liliana Herrero es, además de música, licenciada en Filosofía. Fue directora de la carrera de Filosofía (1990-1994) en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. En esos años también se desempeñó como Profesora Adjunta en Introducción a la Filosofía y a las Ciencias Sociales en la Facultad de Derecho de la misma casa de estudios.

De la docencia universitaria, recuerda que le gustó lo mismo que le gusta de la música: “Me sostuve dando clases con diez textos fundamentales, los interrogué y los hice estallar. Al escenario me subo con Yupanqui y Juan Falú, que también son textos que interrogo y pienso. Me pregunto cómo los puedo decir, cómo los puedo cantar, es el mismo mecanismo”. Y continúa: “No tuve un proceso lineal de docencia primero y artista después, fue simultáneo, fueron procesos de aprendizaje, con dificultad y con mucho placer, pero rescato que siempre se intenta aprender”.

Sobre la educación superior en Argentina, Herrero afirma que la existencia de universidades públicas, libres y gratuitas es un dato para festejar. “Debemos ser conscientes que es una posibilidad que se le niega a otros pueblos latinoamericanos. Por eso, subirme a un escenario convocada por la universidad pública, es para mí un enorme reconocimiento”, consideró.

Sin embargo, la cantante interpela aun más a la universidad: “Le pido que retomemos el espíritu de la universidad que viví como estudiante en los ´60 y ´70, con esa extraordinaria voluntad transformadora del conocimiento”.

Sobre su alejamiento de los claustros, Herrero confiesa que se retiró de la Universidad de Rosario en los ´90 al considerar que ingresaron de manera excesiva y sin ningún cuestionamiento las reglas de la globalización. “Y yo con eso no tengo nada que ver”, cerró.

“Hace mucho que no indago en la vida universitaria, pero observo que en la actualidad hay una diseminación de universidades públicas muy interesante. En Buenos Aires se abrieron muchas. Esa política es importante porque es ahí donde hay que dar una batalla fundamental contra la pobreza, los narcos y la policía corrupta”, juzgó.

Por María José Villalba | mjvillalba@comunicacion.unc.edu.ar

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